“Antes de reabrir tras el confinamiento, tenía una lista de espera de 150 clientes”
- relacionesciber
- 19 nov 2020
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Pedro Ballesteros Muñoz, el barbero con más experiencia de Las Arenas
Hace exactamente 33 años, Pedro José Ballesteros Muñoz, natural de Basauri, comenzó su andadura en el negocio de la peluquería. Con un carisma natural y presumiendo de regentar una de las barberías más antiguas del barrio de Las Arenas, Pedro ofrece un servicio único y especial a sus clientes. La constancia y el trabajo duro de la peluquería de caballeros Maxim´s, son un ejemplo perfecto de cómo mantener a flote un pequeño local en pleno 2020.
¿Por qué decide empezar en el negocio de la peluquería?
Siempre digo que fue suerte. Con 15 años se me brindó la oportunidad de aprender este oficio con alguien que ya ejercía y decidí formarme para ello.
¿Conserva algún cliente que viniera durante sus primeros años en la profesión?
Muchísimos.
¿Y por qué cree que todos esos clientes vuelven a su peluquería?
Por que ofrezco lealtad y un trato especial para cada cliente. Siempre digo que la primera vez que le corto el pelo a alguien es una toma de contacto. Intento adaptarme a lo que le gusta y aprender qué es lo que quiere escuchar. A partir de ahí, son los clientes los que deciden si seguir confiando en mi servicio o no. Es muy emocionante ver como tras 30 años hay clientes que siguen viniendo.
“Es muy emocionante ver como tras 30 años hay clientes que siguen viniendo”
Según las páginas amarillas, tan solo en el barrio de Las Arenas existen 43 peluquerías abiertas. ¿Es fácil fidelizar clientes con tanta competencia?
Hay 43 peluquerías, pero ninguna de ellas lleva los años que llevo yo ejerciendo. No tengo ninguna estrategia para fidelizar a nadie. Yo soy como soy. Quizás es la esencia de mi trabajo lo que hace que la gente prefiera mi servicio al de los demás.
¿Con cuántas personas puede llegar a tratar en un día normal de trabajo?
Esto es como todo. Hay días buenos en los que atiendo alrededor de 20 personas y días malos en los que puede que no venga nadie. Si tuviera que decir una media de clientes al día, unos 10.
Teniendo en cuenta toda la gente con la que ha tratado, ¿Cuáles diría que son las claves para ser un buen barbero?
Para mí la puntualidad es la clave. Saber qué margen de tiempo necesito para cada cliente y poder atenderles a la hora exacta a la que cogen cita. Si tu quedas con un cliente a las diez, estar ya preparado para poder atenderle a menos cinco. Obviamente pueden ocurrir inconvenientes, un cliente puede llegar tarde o yo mismo puedo alargarme con un corte. Pero considero esencial mantenerse puntual.
Tras tantas experiencias vividas, ¿destacaría alguna anécdota cortando el pelo a algún cliente peculiar?
La primera que se me viene a la cabeza es una vez que le corté el pelo a un señor algo mayor. Al terminar, cogió su chaqueta y se marchó. Volvió unos 10 minutos después y me dijo que se había puesto la chaqueta con la percha de la peluquería aún colgada. Me pareció muy curioso que tardara tanto en darse cuenta.
“Hubo un chaval al que le di 10 euros para que fuera a otra peluquería”
¿Y algún cliente que haya intentado irse sin pagar?
Muchísimas veces. Alguien que se corta el pelo y cuando acabas te dice que no tienen dinero. Esto me pasa porque yo nunca cobro antes de cortar el pelo. Siempre después. Primero el servicio, después la recompensa.
¿Qué es lo más raro que le han pedido?
Una vez un chico joven me pidió que le hiciera una tela de araña en la cabeza. Lo que más me fastidió fue que 20 minutos después vino a que se lo quitara por la reacción de su madre al verlo.
¿Alguna vez se ha negado a cumplir la petición de algún cliente?
Yo he invitado a muchos chavales a que se fueran de la peluquería. Por ejemplo había un chico, que siempre que le cortaba venía dos días después a raparse porque sus padres no le dejaban llevar ese peinado. Así que un día le di 10 euros para que fuera a cortarse a otra peluquería.
¿Cómo se adapta un peluquero a los cambios estéticos generacionales?
Yo soy un barbero clásico. Aún así, lo que igual piensas que es un peinado moderno, probablemente se llevaba también hace 30 años. Yo tengo la suerte de que puedo hacer un poco de todo.
Viendo que su negocio le supone una carga diaria de trabajo bastante grande, ¿Cómo le ha afectado la pandemia?
Recuerdo que cumplí 50 años el 13 de marzo, y el 14 me metieron en mi casa. Obviamente, durante este periodo yo no ingresé nada ni atendí a nadie. Pero yo me lo trabajé muchísimo. Antes de reabrir el día 4 de mayo, tenía una lista de más de 150 clientes apuntados para cortarles el pelo. Durante el confinamiento me preocupé por ellos, y los días previos a abrir el local les llamé uno a uno. Empecé el día 4, y estuve todo mayo trabajando sin parar.
¿Ha sacado alguna conclusión durante el periodo de pandemia?
Sí. Me he dado cuenta de lo importante que es la higiene. Yo siempre he considerado que tenía mi peluquería muy limpia, pero se puede tener mejor.
¿Qué implica para alguien con una profesión como la suya, pasar de relacionarse con tantas personas al día, a solo convivir con su familia?
Es curioso, porque para mi han sido como unas vacaciones. Durante dos meses he disfrutado de mi mujer, mi hijo y mi perro como no lo había hecho nunca. Es cierto que las circunstancias no fueron las mejores. Pero siendo positivo, he tenido tiempo para los míos que antes no tenía.
Una persona ajena a su sector, podría pensar que su trabajo solo consiste en cortar el pelo. ¿Es esto cierto, usted solo se dedica a cortarle el pelo a sus clientes?
Yo no pretendo ayudar a nadie, pero si tengo la sensación de que muchos clientes son capaces de desahogarse conmigo. Otros simplemente hablan de lo que les gusta y pasan un rato agradable. Al final yo me dedico a cortar el pelo, aunque en ocasiones puedo ofrecer algo más.
Tras 35 años trabajando, ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo? ¿Y lo que menos?
Lo que a mi me encanta es poder recordar de dónde vengo. Esta peluquería está abierta gracias a una aportación que pudo hacer mi madre. Echar la vista atrás y ver hasta donde he llegado. Eso me hace pensar que mi madre, allá donde esté, está orgullosa de mí. Eso es lo que más me gusta. Y lo que menos me gusta es la impuntualidad. También me da mucha rabia que un cliente coja cita y sin avisarme no aparezca.
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